Número de edición 8328
La Matanza

Historia Popular: El Pueblo en aquel Mayo de 1810

Por Carlos Matías Sánchez
mati_13_01@hotmail.com

Para conocer el verdadero significado de la Revolución es fundamental indagar acerca de sus verdaderos protagonistas. Los hechos más importantes de Mayo, como tantos otros, no fueron protagonizados por una elite calificada, sino por los cientos de encapuchados que se agolparon en la Plaza y, con el apoyo de las milicias, hicieron historia.

Muchos de nosotros crecimos incorporando aquella pintura de los paraguas y las galeras frente al Cabildo, en un atardecer lluvioso, como símbolo de una de nuestras más significativas fechas patrias. Sin embargo, el mensaje que esconde esa imagen, de la que la historia oficial se valió para armar su versión de los sucesos de Mayo, nos dice que la Historia la hacen las minorías ilustradas, distinguidas, calificadas por su apellido y su posición social.

Sin embargo, planteándonos un par de interrogantes y conociendo datos históricos tradicionalmente ocultados, podemos conocer a los verdaderos protagonistas de los cambios que se dieron en aquellos días y que cambiaron profundamente la historia de lo que, mucho más tarde, sería nuestra República Argentina.

¿Fueron los señores de galera y bastón los que llevaron adelante aquel 25 de mayo? El 24 de mayo surgió una propuesta alternativa tanto a los proyectos revolucionarios como a la continuidad del virrey Cisneros: una junta presidida por éste e integrada por los patriotas Castelli y Saavedra. Si esta iniciativa no prosperó, fue gracias a la presión de la Legión Infernal, integrada por más de medio millar de jóvenes encapuchados y armados que el 25 se convocaron en la Plaza para “sugerir” al Cabildo que respete la voluntad popular, expresada en un petitorio que incluía los nombres de la que sería la Junta definitiva.

Quienes acaudillaban este grupo de rebeldes eran los empleados públicos Domingo French y Antonio Berutti, a quienes la historia oficial les asignó el simpático papel de repartidores de escarapelas. Junto a Agustín Donado, entre otros, fueron ellos quienes organizaron este movimiento de “chisperos” cuya actuación fue clave en las decisiones tomadas por las autoridades en aquellos convulsionados días, donde la reacción de los enemigos y la tibieza de algunos propios conspiraron hasta último momento.

Pero volvamos un poco atrás, al famoso Cabildo Abierto del 22, concebido como una reunión de elegantes señores que, en los mejores términos, llegaron al veredicto de destitución del virrey. Muchos de los vecinos que cumplían los exclusivos requisitos para formar parte del Cabildo, al parecer no fueron tan patriotas, porque prefirieron no asistir: se repartieron 450 invitaciones, asistiendo apenas 250 personas. Y vale decir que de ese número, una buena parte correspondió a infiltrados e invitados agregados por Agustín Donado, chispero y también encargado de la imprenta de los Niños Expósitos. No es un detalle tampoco mencionar que la presión de la Legión Infernal en la Plaza el día anterior “convenció” a las autoridades de convocar a dicha instancia.

Dentro del Cabildo, los impactantes discursos de Castelli y Paso argumentando la necesidad y el derecho de destituir al virrey, en un clima de tensión, con gritos e insultos hacia los defensores del régimen. Afuera, los chisperos, movilizados, esperando una señal para actuar en caso de resolución pro-virrey. Es decir, un Cabildo Abierto poco “decente” y “civilizado”, como les hubiera gustado a los liberales que vinieron después y a los que, luego de derrocar al gobierno popular de Juan Perón en 1955, reivindicaron Mayo haciendo una interpretación totalmente opuesta.

Conclusiones: ni la exigencia del Cabildo Abierto, ni el Cabildo Abierto en sí, ni la anulación de la Junta del 24 y la aprobación de la del 25, estuvieron sujetos a las decisiones de los vecinos notables de Buenos Aires. Las milicias comandadas por Saavedra, cuya negación de reprimir a los revolucionarios y apoyo a ellos fue clave, si bien tenían en los altos mandos a apellidos resonantes, estaban integradas en sus bases por hombres de los sectores populares. Fueron estos actores de la sociedad rioplatense, las milicias formadas en las invasiones inglesas, los sectores populares encolumnados tras la pequeña burguesía revolucionaria (de Castelli, Belgrano y Moreno) y la ascendente burguesía comercial, los que hicieron Mayo.

Un Mayo que, vale aclararlo, no fue antihispánico: se luchaba contra quienes se arrogaban ilegítimamente el poder del rey español Fernando VII (en ese entonces, preso de Napoleón). No “contra España”. ¿Cómo va a ser en contra de España un movimiento que jura fidelidad a Fernando VII, que tiene entre sus miembros a españoles (Larrea y Matheu) y a criollos formados en España (Belgrano y Azcuénaga), que crea una Junta a imitación de las Juntas Populares surgidas en la metrópoli y que se identifica con escarapelas con la imagen del rey cautivo? Las ideas de Nación e Independencia, mal que les pese a los mitristas, queda para más adelante y en otro contexto.

Fue un Mayo democrático, donde los patriotas del Río de la Plata, en sintonía con otras ciudades de la Patria Grande como Caracas y Bogotá, invocando el derecho de retroversión de la soberanía de los pueblos establecieron su propio gobierno, ante el peligro de quedar en manos de los franceses, que para esos días controlaban la Península Ibérica. La profundización de este proceso, como vimos hace una semana, será impulsada por el Secretario Moreno, y truncada por los sectores moderados que propiciaron su salida. Los lazos que nos ataban a España serán reemplazados por otros, mucho menos visibles pero no por ello menos fuertes, con el imperio británico.

Análisis como éstos son necesarios para tener conciencia de que los grandes cambios de la Historia no los llevan adelante las elites privilegiadas ni los héroes de bronce, con su formación académica y sus modales refinados, sino los pueblos organizados, en lucha y encolumnados detrás de los líderes que saben interpretar y canalizar sus demandas. Tenerlo presente hará de nosotros ya no individuos ajenos a lo público y lo colectivo sino ciudadanos comprometidos con la realidad y protagonistas de nuestra propia historia. La decisión está en cada uno y cada día es un nuevo 25 de Mayo para empezar a participar.

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