Número de edición 8334
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EXCLUSIVO – PRIMICIA / Espeluznante: una madre denuncia la violación de su hija en un centro de rehabilitación de adicciones

Espeluznante: Una madre denuncia la violación de su hija en un centro de rehabilitación de adicciones.

María José se comunicó con Diario NCO para relatar el caso de su hija, de 17 años, que había sido internada en una institución matancera. “El tipo que trabajaba en la comunidad, le dio una pastilla, ella la tomó y se empezó a sentir sin fuerzas. Solo veía cómo la violaba”, dijo. El acusado está detenido y en el caso interviene la UFI Nº3.

El aberrante hecho se produjo en la ASOCIACIÓN CIVIL 12 PASOS PARA EL TRATAMIENTO Y PREVENCIÓN DE LAS ADICCIONES Y PATOLOGÍA ASOCIADAS, en la sede ubicada Perito Moreno nro. 4661 de Villa Luzuriaga,

Por Oscar Roberto Pettinato
diarionco@gmail.com
http://www.facebook.com/oscar.pettinato

Al día de hoy

El juzgado de Garantías interviniente a cargo del Dr Norberto Ochipinti. Juez de
Garantías (PDS.) dictaminó y devolvió a la Fiscalía interviniente para que prosiga la investigación “
Convertir en prisión preventiva la detención que viene sufriendo el imputado Francisco Javier Balberde, cuyas demás circunstancias personales constan en autos, por existir elementos de convicción suficientes para sostener que probablemente sería autor penalmente responsable de los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por la calidad de guardador del sujeto activo, en concurso real con amenazas coactivas agravadas por el uso de armas”

Una muestra del infierno (declaración en sede judicial)

Contó la víctima “que en el marco de su internación, el día sábado 12 de mayo a las 20.00 hs último Javier le dice que la medicación había cambiado de marca, por ello tomó la medicación que le dio Javier pensando que efectivamente era así. Ese día directamente «no comí porque me empecé a sentir mal alrededor de las 20.30 21.00 y me fui a dormir», recuerda que los chicos estaban amasando pizza.- «Que alrededor de las 23.30 hs. todos se habían ido a dormir y yo me levanté al baño. Cuando me levanté directamente me caí, no tenía fuerzas para nada. Sabía todo lo que estaba pasando pero no podía hacer nada, no tenía fuerzas para hacer nada. Allí fui al baño, Javier estaba en la cocina comiendo, estaba solo. Yo logré ir al baño, cuando salgo del baño él me agarró del brazo, me abraza y yo le digo ‘salí Javier me quiero ir a dormir’. Entonces me agarró del brazo y me llevó hacia un pasillo que es de la cocina pero está oscuro y apartado, y ahí me empezó a bajar los pantalones, me empezó a manosear pero yo no tenía fuerzas para sacarlo. Y allí fue que me violó».
«Yo no pude hacer nada, no tenía fuerzas. Después me agarró del brazo, y me dice ‘andate a dormir ahora’. Como pude, porque no tenía fuerzas, me fui a dormir, yo me fui a dormir no sabiendo lo que había pasado ‘yo decía esto fue un sueño’.
«Al otro día me levanto a las 8.00 hs. -el horario era a las 7.00 hs.- pero me levanté a las 8.00 hs. porque no tenía fuerzas. Me levanté pensando que había sido un sueño. Javier me levanta a los gritos y desde una oficina me gritó ‘Camila levántate y anda a la oficina’. Pensé que me gritaba
porque me había levantado una hora más tarde. Voy a la oficina y me empieza a acariciar. Yo le dije que me soltara, yo ya estaba consciente y le dije que me soltara porque le iba a contar a la dueña. La dueña se llama Laura. El me empezó a mostrar fotos de él en su celular donde se lo veía con armas y me dice que si yo contaba algo iba a matar a mi familia. Dentro de la galería de sus fotos de su celular había muchas fotos de él con armas de fuego. Por eso tengo miedo y no quería venir a declarar ya que no quiero que le pase nada a mi familia. El día que mi mamá me sacó del lugar, él me dijo ‘que no cuente nada que haga como si nada pasara porque los iba a matar a todos’. Es más me contó que en Tucumán tenía una causa penal porque antes había sido chorro. Es un adicto en recuperación». (Declaración de la menor en sede judicial)

Antecedentes del suceso

La  madre de la adolescente comentó a este medio que la chica estuvo haciendo varios tratamientos por trastornos de la personalidad, lo que la llevo a consumir marihuana. Por este motivo, su familia la internó en primer lugar en una clínica de Ramos Mejía, donde era había recibido atención anteriormente.

Sin embargo, como la adolescente estaba muy enojada con esa decisión, sus padres optaron por hacer un tratamiento ambulatorio con la psicóloga de la que era paciente, un psiquiatra y terapia familiar.

La derivación

“A mi nena se le ocurrió decir que cuando iba a sus sesiones lo hacía fumada. Entonces automáticamente la psicóloga en vez la ayudarla o ver qué había hecho mal, la derivó a una comunidad terapéutica”, explicó la madre.

Esta decisión no convenció a los padres, ya que afirmaron que Camila “solo consumía marihuana y su peor error eran los caprichos. Pero, no la podíamos dejar sin atención”, destacó la mujer.

Por tal motivo, recurrieron a la obra social: “Ni ellos sabían a dónde mandarme, así que empecé a buscar yo. Donde iba, me decían que mi obra social no pagaba, así que no la querían en ningún lado. Ellos me mandaron a ‘12 Pasos’, que era la única que tenía”.

“Como habían pasado varios días, quería que mi hija estuviera en tratamiento urgente porque ella estaba y está tomando medicación psiquiátrica. Algún profesional la tenía que seguir evaluando y fui a este lugar (ubicado en) Republica de Chile 2970, San Justo”, dijo.

La mujer detalló que en “12 Pasos”, un establecimiento de rehabilitación, los recibió un psicólogo, de nombre Fabián: “Me dijo que tenían dos centros más y que ese era solo de varones. Los otros estaban uno en Ramos Mejía y el otro en Villa Luzuriaga, Nuevo Amanecer”.

Los padres optaron por este último centro: “Nos entrevistó un hombre llamado Sandro. La vio a mi hija y la trató de una forma de igual a igual. Mi nena, por cómo le hablaba, confió y le dijo que seguía consumiendo marihuana”, dijo.

El 2 de mayo pasado Camila quedó internada en “la Comunidad 12 Pasos (Nuevo Amanecer) que está ubicada en Perito Moreno 4661, entre las calles Los Andes y Alicante de la localidad de Villa Luzuriaga”.

Sin sospechas

Allí, María José recordó que conoció a una mujer, que supone que es quien dirige el lugar. “Me hizo firmar el tratamiento que iba a realizar mi hija. Se llama Laura Menchaca. Me explicó lo qué le brindaban Camila y sentí que iba a estar contenida: grupos de apertura, planes terapéuticos, talleres de expresión verbal, talleres de literatura, psicoterapia individual y grupal y  psiquiatría individual”.

“Me pareció bastante completo. Al tener toda esa información, miré la casa así nomás. Las habitaciones estaban separadas de los varones y no observé otras cosas. Le llevé todo lo que me pidieron, lo típico de cuando uno se interna en eso lugares, las cosas básicas y necesarias para el cuidado de los chicos”, comentó.

Desconfianza

Al segundo día de internación, la mujer llamó por teléfono para ver cómo estaba su hija: “Me dijeron que estaba bien y que se relacionó muy bien con el grupo…pero había algo en mi corazón que no me gustaba, así que al tercer día fui con mi marido a llevarle unas galletas y cigarrillos”.

“Me atendió este señor Sandro, me hizo pasar y me dijo que no estaba bien, que vaya a verla. Le pregunte qué era lo que comían y este señor, adicto recuperado a cargo de la institución, me dijo que arroz, fideos, pan, lo que la gente donaba”, expuso.

Días después, la familia se acercó con alimentos a visitar a Camila: “No me dejaron verla, así que me fui muy triste. A la semana me volví a presentar con más mercadería y me atendió otro operador, Javier Balverde, (que) me dejó verla. Le pregunté cómo estaba y despacito me respondió ‘mamá, acá no viene ningún psicólogo y ningún psiquiatra y a Sandro lo sacaron porque hizo algo terrible’”.

“Ahí escuchó el operador y se hizo el tonto. Se puso a hablarnos y no pude dialogar más con mi hija. Este señor me dijo que así no se iba a curar nunca si seguía yendo a verla”, resaltó.

Es por eso que la mujer preguntó por los profesionales que allí atendían. “Me decía mañana, pasado…ya no me gustaba nada ese lugar. Llamé por teléfono supuestamente a la dueña, que nos dijo que vayamos al grupo de autoayuda”.

María José fue acompañada de su marido, pero la charla tampoco resultó: “Empecé a preguntar sobre la adicción, estaba muy angustiada, lloré mucho, pero cada cosa que preguntaba era como que no me daban una respuesta donde yo pudiera ayudar a mi hija. Les di mi número de teléfono para que me agreguen a la lista de papás de adictos y me fui”.

“Pasaron dos días y volví a llamar para ver cómo estaba mi hija y este señor Javier me decía que iba a proponer una charla familiar porque yo no hacía las cosas bien. Yo solo quería verla y escucharla, lo que una madre desesperada quiere”, lamentó y agregó: “Había muchas cosas que no me gustaban. No había nada, ni psicólogos, ni psiquiatras ni grupo de autoayuda”.

El viernes 11 de mayo, la mujer volvió a comunicarse muy angustiada, a las 11 de la noche: “Le dije al operador Javier Valverde que si no me dejaba hablar con mi hija, iba a sacarla a esa hora”.

“Cuando la escuché, estaba enojada y me dijo ‘mamá, yo me merezco esto y me estoy curando. Chau. Me pareció algo armado yo conozco a mi hija y sé que no es así”, indicó desconfiada.

Camila volvió a su hogar

El lunes 14 tomó la decisión de sacarla del lugar: “Todo me parecía en infracción. No había cámaras, no había profesionales, eran solo adictos. Cuando mi hija nos vio, nos abrazó”.

“Me dijo ‘mamá sácame de acá’ con los ojos llorosos. Ya no era esa nena que se llevaba el mundo por delante, caprichosa. En tan solo 12 días era otra. Al operador se le llenaron los ojos de lágrimas y le decía ‘Camila, te voy a conseguir un grupo, vos no sos para este lugar, vos podés’”, explicó.

A estas alturas, la mujer estaba confundida: “Mi hija nos decía ‘nunca más toco un porro’. Estaba diferente”. Tiempo después de estar nuevamente con sus padres, Camila comenzó a compartir la dolorosa experiencia.

“Llegamos a casa y nos contó que el señor Sandro, que estaba trabajando como operador, manoseaba a una de las chicas y que a la nena le había agarrado un ataque que empezó a romper todo, que llamaron a alguien, le dijeron que la mediquen, le dieron la medicación de mi hija y que hacía una semana que la tenían encerrada en la habitación y que tenía que avisarles a los padres.

A los dos días apareció en mi casa el operador que trabajaba en la comunidad, Javier Balverde. Lo hice pasar, me dijo que venía a traerme unos teléfonos para los grupos de N.A. Lo que me llamó la atención fue la cara de mi hija, se puso pálida. Este tipo me dijo si la podía llevar y yo le dije que de ninguna manera porque Camila tenía papá y mamá y que se acordara que era menor de edad.

Y bueno, estaba sentado. Bajó mi hijo de la habitación, le regaló treinta pesos para el colegio. Vinieron mis papás, se los presenté y mi hija seguía con una cara…y no hablaba. Hasta que le veo un arma cuando estaba sentado y empecé a temblar, le agradecí y le dije que nos teníamos que ir.

Él la miraba a Camila y le deseaba muchas fuerzas. Se fue y mi hija no quiso decirme nada. Fueron unos días muy complicados, la veía  triste, mal como si me quería contar algo”, contó.

El calvario de Camila

“El día de su cumpleaños, 21 de mayo, decidió sentarnos y nos contó que este tipo que trabajaba en la comunidad, la violó. Le dio una pastilla y ella le preguntó por qué era de distinto color y le respondió que le habían cambiado de marca. Ella la tomó y se empezó a sentir sin fuerzas y no podía mover ni las manos ni las piernas, solo veía cómo la violaba.

Decidimos hacer la denuncia y confiar en la Justicia. Nuestro abogado, Juan Martín Cerolini, lleva la causa. El tipo está detenido, mi hija en tratamiento, pero el lugar sigue funcionando como si nada. Hubo dos abusos, no hay médicos en el lugar, ni psicólogos, ni psiquiatras, no hay nada. Los padres confían en adictos recuperados y necesito justicia.

Que se sepa que hay un lugar en Villa Luzuriaga, donde vive el ex intendente Fernando Espinoza que pasan estas cosas, que nuestros hijos están vulnerables y se aprovechan de la desesperación de los padres y que te amenazan.

Tengo audios y capturas de cómo el tipo le mandaba mensajes a mi hija. La dañó, le dejó una marca y el lugar sigue abierto como si nada y nadie hace nada, ni siquiera mi obra social. Ahora que pasó esto me están cubriendo un tratamiento, pero mientras tanto nos dejaron sin nada, nadie hacía nada.

De lo único que estoy satisfecha es del trabajo de la doctora María Laura Alonso, de la Fiscalía Sexual Nº3 del Departamento Judicial de La Matanza, que nos ayudó y nos habló con mucho sentimiento y nos puso hasta ayuda policial porque mi nena tenía mucho miedo. Necesito que investiguen por favor y que nos ayuden”, concluyó.

 

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