Número de edición 8328
La MatanzaPolítica

Enfoque: ¡NUNCA MÁS! Por: Carlos Enrique Galli

ENFOQUE

Por: Carlos Enrique Galli

La Matanza

En la tenebrosa madrugada del miércoles 24 de marzo de 1976, millones de argentinos , recién repuestos de las trágicas tiranías padecidas décadas atrás, nos asomamos con horror a lo que sus mentores denominaron “Proceso de Reorganización Nacional”, eufemismo que disfrazó lo que a la postre instauraría un régimen sangriento y feroz. Lo único real es que, efectivamente, fue un largo y tortuoso proceso puesto en marcha por el mismo eterno grupo civil conducido por los ilustres apellidos de siempre.

No estuvieron solos. Colaboraron militares que cumplieron las más variadas e insólitas funciones como intervenir en los directorios de las empresas estatales,  encabezar provincias o dirigir radios y canales de televisión; algunos sindicalistas entreguistas de sus gremios (honrosa excepción de O. Smith en Luz y Fuerza); la SRA; la prensa, con el Gran Diario Asesino a la cabeza; miembros de la jerarquía eclesiástica y fundamentalmente, la familia judicial, sin cuyo aporte les hubiera resultado imposible avanzar en los planos legales ya que, entre otras aberraciones, los asaltantes disolvieron el Congreso y lo reemplazaron por un engendro denominado CAL, (comisión de asesoramiento legislativo), integrada por nueve miembros, tres por cada fuerza armada.

No solo cumplieron ese cometido, sino que, además, bajo su mirada, sus silencios y sus negativas rechazando “habeas corpus” e infinidad de medidas, engrosaron la lista de infortunados que caían bajo las zarpas y la impiedad de los opresores.

Por otra parte, también éramos muchos los que alentábamos la posibilidad de un futuro distinto al que se venía padeciendo bajo la ineficacia de Isabel Martínez, influenciada por los delirios místicos (sin contar la triple AAA) de José L. Rega. Esto, no avalaba de ninguna manera el derrocamiento puesto que su mandato provenía del voto popular y en poco tiempo se celebrarían elecciones. La mañana del golpe, Clarín titulaba “Nuevo gobierno”, Casildo Herrera ya se “había borrado”, la presidenta era trasladada compulsivamente a su exilio en el Messidor, la Iglesia como institución,  no solo no  excomulgaba a los genocidas sino que les impartía los santos sacramentos (tanto en nuestro terruño como en buena parte de América)  y así, el país cambió abruptamente de manos y de rumbo.

Al golpe militar que asaltó las instituciones al mando de J. Videla, E. Massera y O. R. Agosti no lo recordaremos por gestiones positivas en ningún campo durante el tiempo  que se mantuvo en el poder, por el contrario, profundizó nuestra dependencia del Gran Satán del Norte, favoreció la especulación internacional e hizo evaporar la industria nativa. Ese movimiento fue el instrumento que le dio forma a la profundización de los ajustes económicos y sociales de la mano de J. A. Martínez de Hoz y sus secuaces (G. Klein, A. Diz, J. Alemann, C. Zimmermann, J. Zorreguieta y F. Soldatti entre otros) y que el pueblo padeció durante años, pero además instaló un inédito, demencial, y perfeccionado aparato represivo que se llevó de entre nosotros al menos a 30.000 compatriotas.

Durante esa aciaga etapa, se violaron derechos y domicilios, se conculcaron libertades, se amordazaron opiniones, se apropiaron de incontables niños, se instalaron campos de concentración, se organizó y ganó un Mundial, se fraguaron enfrentamientos y así pasamos a habitar un suelo donde todos éramos sospechosos y cualquiera podía, por más ínfimo que fuera el motivo, caer bajo los ojos y la garra del represor.

Este accionar hizo que el terror se instalara entre nosotros y así nos vimos obligados a desentendernos de los padecimientos ajenos y justificar en muchos casos la ausencia con el famoso “por algo será”. En 1979, durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (mientras la Armada ocultaba prisioneros en la isla El Silencio del Tigre  adquirida a  la Curia Metropolitana), algunos periodistas (como el relator deportivo J. M .Muñoz)  desde sus micrófonos nos arengaban y alentaban para que nos mostráramos como “derechos y humanos” cuando la realidad nos decía que precisamente, ya habíamos perdido -entre otras cosas-, nuestros más elementales derechos humanos.

No obstante, (tanto en esos tiempos como ahora)  hubo gente que  decidió resistir como pudo, antaño, asumiendo la defensa de aquellos desdichados privados de todo y  en la actualidad con una formidable política de DDHH y que fueron los que, en definitiva, marcaron con su accionar el retorno a una afianzada democracia y que nos dejaron, para nosotros y nuestros descendientes, aquella célebre frase que pertenece a la humanidad, que debe ser tenida en cuenta fundamentalmente por los jóvenes que no padecieron esos tiempos atroces, y que nos debe marcar el camino hacia el infinito “NUNCA MAS”.

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