Siglo XX Cambalache: Historias de ginecólogos y plomeros descartables

¿Porqué siempre la emprendemos con los políticos y no analizamos otros ámbitos donde literal y no literalmente nos tocan los genitales?

Ana María Neve
Ana_neve@hotmail.com

En esta especie de “new age” que instalaron algunos profesionales relacionados con la salud respecto a los beneficios de la prevención médica; sobre la cual no hay lugar a dudas; pero siempre que no se caiga en los extremos de la comercialización o se lo utilice o nos utilicen como vehículo hacia otras metas; ni tampoco caer en abusos, ya que a casi nadie le hace gracia recurrir a médicos de no ser necesario; creo que ni siquiera a ellos mismos.

Históricamente una mujer iba al ginecólogo y la visita comprendía revisación mamaria, revisación ginecológica con papanicolaou, colposcopía y descartables utilizados a tales efectos incluídos. Después de un par de días se pasaba a retirar los resultados y ahí se cerraba el tema hasta el año siguiente de no mediar algún diagnóstico a tratar.

Hoy parece haber cambiado la situación, o al menos para algunos profesionales, por ejemplo encontrar ginecólogo para una paciente oncológica con histerectomía es tan complicado como encontrar plomero para el bajo mesada de la cocina, sobre todo si el trabajo requiere que éste trabaje arrodillado o agachado; dicho sea de paso, de persistir en esta tesitura habrá que colocar duchas en los techos de la cocina para lavar los platos y defecar en mingitorios.

No se si el problema radica en haber tenido malas experiencias, o a una exacerbada sensibilidad; o a mis observaciones acumulados por varias décadas de frecuentar estos ámbitos; pero hace poco fui a un ginecólogo del listado, al cual había dejado de concurrir porqué su secretaria de años, maltrataba a los pacientes, odiaba su trabajo y cobraba peaje, es decir debíamos comprarle un budín horrible que vendía; quiero creer a espaldas del médico. Tan ridículo como suena, y tan alejado de aquel viejo refrán que en este caso sería algo así como: donde se come… budín, no se revisan genitales. Luego de deambular por varios profesionales sin conseguir que me hicieran el Papanicolaou, decidí volver al mismo al enterarme que había cambiado de asistente.

A pesar de que estas consultas refieren a partes y temas íntimos, algunos profesionales manejan la situación de manera calcada, tipo trámite. Algo así como: desnúdese, póngase la bata y abra más las piernas. Una vez en esta posición indefensa la segunda pregunta es si vas a querer descartables; la respuesta es obvia. Acto seguido: Ahora vístase ¿Quiere que le envíe la muestra a mi laboratorio? Entonces me tiene que abonar, treinta pesos por los descartables y cincuenta pesos por el envío en taxi de la muestra, que queda en la misma manzana, y en ocasiones hasta es una extensión geográfica y genética del galeno ya que es “analizada” en la habitación contigua y el biólogo/a pertenece a la prole del médico que comparte casualmente la vocación del progenitor como un legado divino.

A pesar de que la muestra viajará en taxi menos de cien metros, y en ocasiones dentro del mismo departamento y a pesar de los avances de la ciencia, el resultado estará en veinte días. Cumplido este lapso, pasaré a retirar el resultado; credencial en mano lista para una segunda facturación. Una vez dentro del consultorio se vuelve a repetir la ceremonia. Yo le aclaro que ya me retiró la muestra hace veinte días y que sólo vengo a retirar el resultado. La respuesta no se hace esperar, …pero ahora debo hacerle la colposcopía. ¿Va a querer descartables?. Otra vez cual mito de Sísifo pero condenada a abrir las piernas y que me facturen descartables eternamente.

Y como si ésto fuera poco, los señores no siempre están con su mejor cara, porqué los “pobres” cada vez tienen menos tiempo para el paciente ya que algunos presiden fundaciones varias, dan cátedras y charlas varias entre ellas cómo “tratar”, “informar” al paciente y/o formar profesionales de su talla; además que algunos salen en televisión y hasta se postulan para cargos públicos.

Parecen haber absorbido aquella vieja frase que habría dicho alguna vez Alberto Castillo cuando le preguntaron como había hecho para casarse con una mujer tan bonita; dicen que habría contestado que con la chapa de médico se consiguen muchas cosas. Pero esos eran otros tiempos más románticos, donde el gran Castillo dejó la medicina para dedicarse al arte y a su difusión en los medios.