Número de edición 8328
La Matanza

Historia Popular: El peligroso héroe colectivo


Un personaje de historieta, convertido en una de las banderas de la juventud politizada de los últimos años, es motivo de polémica y de denuncias para el gobierno porteño. ¿Por qué tenerle tanto miedo al Eternauta?


Por Carlos Matías Sánchez
mati_13_01@hotmail.com

En los últimos años, comenzó a replicarse la figura de este inolvidable personaje de la literatura argentina, que dejó una huella imborrable y cuenta con una impresionante historia detrás. La figura de Néstor Kirchner fue relacionada con él, en especial luego de su fallecimiento.

Personalmente, El Eternauta llegó a mis manos poco después de empezar a militar políticamente. Con leerlo una vez fue suficiente para entender por qué el Centro Cultural en el que me reúno cada sábado lleva el nombre de aquel personaje.
Históricamente, la elaboración de esta obra se ubica en la última parte de la autodenominada Revolución Libertadora, la de la proscripción y los fusilamientos, y antes de la llegada al poder del desarrollismo de Frondizi a partir de su pacto con Perón.

Todas las obras literarias transmiten valores e ideologías. Los superhéroes norteamericanos hollywoodenses, omnipotentes, autosuficientes, inalcanzables, son el emblema del individualismo, valor tan necesario para imponer hoy el modelo neoliberal en todo el mundo “globalizado”. En Argentina tendremos algún ejemplo de ese tipo.Pero en Argentina, también, tuvimos al Eternauta.

Que dibujado por Francisco Solano López y Héctor Germán Oesterheld se mostró como otro tipo de historieta, con otro mensaje; otro tipo de héroe, el héroe colectivo.
Se trata de la historia de un pequeño industrial de clase media, un tipo común, Juan Salvo, quien se encontraba jugando al truco con sus viejos amigos cuando una helada mortal asoló la ciudad.

Ésta quedó desierta, y grandes desafíos y dilemas esperarían a Juan, que no le quitó el cuerpo a ninguno de ellos.
Se trataba de una invasión extraterrestre; los recién llegados no ahorrarían en recursos y herramientas para aniquilar a los pocos que quedaban después de la nevada, recursos que, por cierto, eran muchos y muy superiores a las pocas armas con las que contaban los pocos sobrevivientes.

Esto no fue obstáculo para que Juan y los suyos se enfrentaran a la nevada, usando aquel traje que lo inmortalizó, y que al encontrarse con las débiles y escasas fuerzas que se disponían a enfrentar al invasor, no dudaran en sumarse a aquella caravana. Allí radicaría el mensaje principal del Eternauta. Arriesgar la vida, dejar la propia familia, por una lucha colectiva, utópica incluso, pero siendo, ante todo, parte de un grupo de personas “más grande o más chico, conformando un héroe en grupo al que considero más valioso que al clásico
héroe individual que triunfa sin ayuda de los otros”, según el propio Oesterheld.

Un héroe que no se enfrenta a los villanos de siempre, caracterizados por sus facciones estéticas desagradables o ciertas características que difícilmente se les pinten inocentemente, como la procedencia árabe del Bane que se enfrenta a Batman en la última película.

Los enemigos son diferentes grupos que se enfrentan abiertamente a los sobrevivientes y van siendo vencidos, aunque, al mismo tiempo, la victoria parece cada vez más cuesta arriba, una utopía, y parece más sensato resignarse a morir dando todo de sí para que el resto se salve.

Los enemigos son los Cascarudos, los Gurbos, los Hombres Robots, los Manos. Son los que ponen el cuerpo en la batalla y que son destruidos, o no, en ella. Pero que en última instancia son manejados por los Ellos, que no aparecen, no se corporizan, pero manejan los hilos de la invasión y la dominación. Sublime metáfora del imperialismo capitalista del último siglo y el actual.

Entre otras fuerzas, los Ellos manejan a los Hombres Robots, personas comunes, humanos, que han sido reformateados para aniquilar a los de su misma especie que se empecinan en sobrevivir sin ser sometidos. El hombre convertido en lobo del hombre del que hablaría una década después Agustín Tosco; la fragmentación social convertida en herramienta de dominación, con un sector de
la población defendiendo intereses contrarios a los propios sin tener conciencia de ello.

En algún momento, en el ejército de sobrevivientes, comienzan a multiplicarse las alucinaciones que llevan a sus miembros a herirse entre sí. Nada mejor para el enemigo que provocar quiebres en el campo rival, para festejar su autodestrucción sin tener que ensuciarse las manos.

Los Manos, hábiles ejecutores del plan de los Ellos, contaban con una glándula del terror que terminaba con su vida en cuanto sintieran miedo. Años después el terrorismo de Estado haría suyo, a su manera, ese mecanismo de desmovilización social.

Ese terrorismo de Estado que se llevó la vida de miles de militantes, de simpatizantes, de tímidos, como ellos advertían. Que implantó el miedo y la aniquilación en una sociedad a la que también logró fragmentar, al provocar simpatía en ciertos sectores que celebraban o aprobaban en silencio
un verdadero genocidio.

Ese genocidio que se llevó la vida de Oesterheld y la de sus cuatro hijas, en nombre de la civilización occidental y cristiana, esa que hace culto a los héroes individuales todopoderosos.
Muchos años después, su legado revive cada día, en cada joven que lleva una remera, un stencil o una bandera con la imagen de Juan Salvo en su traje protector, y que vuelve a creer en que la “salvación” no depende de uno ni es para beneficio de uno, sino que lo que hay que buscar es la liberación y la igualdad y eso depende de todos y es para todos.

Será por eso que a ciertos empresarios hoy disfrazados de políticos les aterra imaginar un ejemplar de esta obra en manos de jóvenes. Como pasó hace varias décadas, sólo que ahora hay democracia, y les va a ser muy difícil detener la construcción del héroe colectivo del siglo XXI.

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2 comentarios

  1. Quisiera felicitar al escritor de este texto que, en mi opinión, está muy bien escrito. Soy un estudiante del profesorado en Lengua y Literatura y considero la obra de Oesterheld como un hito insoslayable en la literatura argentina. Lástima que a un buen texto le siga una «crítica» de alguien que cree que usando mayúsculas puede imponer su pensamiento a otra persona. Cuando no se pueden elaborar argumentos, porque no se tienen las herramientas simbólicas necesarias, se usa lo único se que tiene a mano y se entiende: los insultos. Eso no hace más que reflejar la pobreza intelectual de quien los utiliza. Al escritor de esta entrada, mi más respetuoso saludo y que bufen los eunucos.

  2. LO QUE ATERRA ES QUE HAYA JOVENES TAN PELOTUDOS , ENGRUPIDOS POR TAMAÑOS DELINCUENTES Y CORRUPTOS QUE LOS USAN CUALES DESCARTABLES PRESERVATIVOS , PARA LLENARSE DE GUITA Y NO DE UTOPIAS CONSTRUCTIVISTAS COLECTIVAS. COMO EL «TUERTONAUTA» O EL «CHORRONAUTA» ……. PIBE VOS SEGUIS MUERTO DE HAMBRE EN LA MATANZA Y ELLOS ESTAN EN PUERTO MADERO ….. CAGANDOSE DE RISA .. AVIVATE POR FAVOR …

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