Número de edición 8322
La Matanza

ARA San Juan: la mamá del submarinista de González Catán pide sepultar a su hijo

ARA San Juan: La mamá del submarinista de González Catán pide sepultar a su hijo.

Luego de la confirmación de la aparición del Submarino ARA San Juan, en la puerta del hotel de Mar del Plata en el que se alojan los familiares de los tripulantes, se conjugan sentimientos encontrados de emoción, angustia, alivio, bronca, reclamo y paz. Las reacciones son diversas. Algunos sienten cierto alivio por el hallazgo y por tener finalmente una certeza del lugar donde se encuentran sus seres queridos.

Entre los familiares de las 44 víctimas, pasados ya algunos días de la aparición de la embarcación, si bien para otros eso no es prioridad, hay varios familiares aseveraron que quieren que ahora se inicie la etapa de rescate del submarino para poder avanzar judicialmente. Pero principalmente quieren que lo refloten para poder tener los cuerpos de sus seres queridos y tener donde visitarlos para llevarles una flor.

La historia de vida de Luis Leiva

En este contexto Julia Chazarreta, la mamá de Luis Leiva, integrante de la embarcación y segundo cocinero de la tripulación, nacido y criado en González Catán, en medio de la angustia y el llanto, contó que es evangelista y que cree en Dios, por lo que pide poder sepultar a su hijo. “Queremos aunque sea ver los huesos de nuestros hijos para poder enterrarlos”, señaló la mujer.

“No voy a enojarme porque no estoy acostumbrada a criticar a nadie», dijo Julia. Su voz denotaba la tristeza y el dolor por el paso de las horas y en sus declaraciones pidió “que los saquen. Necesito a la Armada, al señor Presidente y al ministro Aguad. Ellos son funcionarios que juraron por Dios, dijeron ‘juro por Dios’. Por eso queremos que cumplan…”.

Luis Marcelo Leiva (39), era el hijo de Patricio Leiva y de Julia Chazarreta, nacida criada en Lugones, localidad ubicada al sur de la provincia de Santiago del Estero. Como muchos santiagueños, el matrimonio emigró en búsqueda de trabajo hacia Buenos Aires, radicándose en González Catán, donde criaron a sus hijos: Luis, Gustavo, Natalia, Daniela y Mariano.

Entre ellos estaba Luis, el submarinista de 39 años, que nació y se crió en González Catán, La Matanza, hasta que a sus 14 años decidió irse a Mar del Plata para concretar su sueño de ser submarinista. Ahora él, junto a sus 43 compañeros, serán recordados como héroes nacionales que sirvieron al país con honor.

Luis era suboficial segundo y llevaba más de dos décadas de servicio en la marina. El matancero nació en el Hospital Materno Infantil José Equiza y completó su secundario en el Colegio Santo Tomás de Aquino, ambos de González Catán. Y desde chico expresó su amor por el agua: “Amaba el mar, era su pasión y vivía para eso”, recordaba meses atrás Gustavo Leiva, hermano mayor de Luis.

El primer encuentro que tuvo con un navío fue gracias a un “submarino transformer”, un pequeño juguete que famoso en los años ‘80, por ser la figura de un robot que se convertía en submarino al girar sus piezas. Desde ahí nació el amor por los gigantes de acero, algo que se acrecentó a medida que pasaron los años.

“A los 15 años se embarcó en su primer viaje a bordo del ARA Almirante Irizar, un rompehielos que se dirigía a la Antártida para una misión. Hubo un inconveniente con los tripulantes que debían quedarse y él tuvo que asumir un lugar. Cumplió 16 años allá y luego de eso subió a la Fragata Libertad”, describe el familiar al evocar los inicios de Luis en sus viajes.

Marino por vocación

Una expedición a las Islas Orcadas del Sur puso a prueba su destreza en la vocación que eligió, ya que fue el segundo marino más joven en haber permanecido en un punto del Atlántico donde el promedio de temperatura más alto durante el mes de enero es de ocho grados bajo cero.

“Su sueño era ser submarinista”, confiesa su hermano. Y lo alcanzó con orgullo: “Era muy responsable en su trabajo, muy consciente y profesional. La Armada elige solo a los mejores para asignarlos como submarinistas. Tienen que pasar por pruebas de supervivencia y cumplir con ciertas condiciones físicas y psicológicas y él las superó todas”, detalla Gustavo, quien es médico y jefe de Emergencias en el Hospital Simplemente Evita, de González Catán.

El trabajo de Luis en los navíos no era menor: se encargaba de las provisiones e insumos para los tripulantes. “Siempre contaba que, dependiendo de su humor, cocinaba mejor para los oficiales que para los suboficiales y en consecuencia, surgían chistes y bromas entre sus compañeros”, recuerda Gustavo.

Sin embargo, las tareas de Leiva no terminaban en la cocina. Durante cuatro años estuvo a cargo del Museo de la Fuerza de Submarinos, situado en la Base Naval de Mar del Plata. En la vida que armó en la ciudad costera, lo acompañó su mujer Cecilia Kaufmann y sus hijos Máximo y Maia.

Además contó que la ciudad de González Catán siempre ha sido el punto de encuentro de la familia. Y que no es casualidad que Luis haya elegido su profesión de submarinista, ya que su padre Patricio fue infante de Marina, mientras que su tío y su abuelo también pertenecieron a las Fuerzas Armadas.

Su adolescencia

La difícil situación económica de la familia y la imposibilidad de mantenerlos, hizo que a los 12 años Luis fuera enviado al pueblo santiagueño de Lugones, en compañía de su hermano Mariano, quedando al cuidado de su tía Clara Chazarreta, quien se hizo cargo de ellos durante los casi tres años que permanecieron y asistieron a la escuela de la localidad, viviendo en un ambiente de extrema pobreza, pero de importantes valores humanos.

Allí Luis concurrió al colegio secundario Juan Domingo Perón, donde hizo muchos amigos: “Antes de partir en el submarino tuvimos una comunicación en la que me prometió que pronto volvería a Lugones, porque él amaba este pueblo donde tenía muchos amigos, entre ellos sus docentes del secundario, quienes lo recuerdan siempre como una persona alegre y de muy buen trato, al que le gustaba tocar la guitarra, el bajo y mantenía su alegría a pesar de haber vivido muchos malos momentos”.

“Fue siempre una persona que nunca se olvidaba de sus orígenes y un ejemplo que lo pinta tal cual era, es que cuando cobró su primer sueldo como marino, vino a Lugones y me ayudó económicamente para poder poner el techo nuevo de mi casa que estaba en muy mal estado”, sostuvo acongojada su tía Clara.

La vida de Luis Leiva estuvo desde pequeño, marcada por el sacrificio al igual que la de sus hermanos, quienes lograron superar las vicisitudes de la vida, ya que Mariano, se graduó como docente. A su vez Luis ingresó en 1992 a la Escuela de Suboficiales de la Armada Argentina y a los 16 años -como ya se especificó- se embarcó rumbo a las islas Orcadas del Sur, un archipiélago de la Antártida, siendo la segunda persona más joven en estar en ese lugar.

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