Número de edición 7940
Espectáculos

Pequeño Dossier a propósito del libro de poemas ‘Corona de calor´

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EPÍLOGO por María García, para la edición-e de ‘Corona de calor’.

Por Rolando Revagliatti

Retruécote tocándote con las teclas, sin rozarte, dejando vacíos los espacios que no has llenado, las palabras no dichas, las que faltan, poesía de lo que pudo haber sido, que a vos te toca, eterno adolescente, Revagliatti, resplandece y desmenuza a fuego lento y en baño María. Hilos de humo, suturas del cielo, una corona de calor que cocina desde lejos, a través de los años, atravesados por ellos y en muy cámara lenta. Epilógote en unión asintótica, respetando tus paralelismos, te paralelo, los rieles por donde corren tus palabras jugueteando, intentando buscar un punto de equilibrista, en donde vos perforás con fino taladro hasta la China y sin escalas. Agujeros rellenos de: recuerdos, más recuerdos, de mujeres anonimadas, pigmaleonadas, esperando en el altar mientras vuelan kamikazes apotegmas mascando chicle de banana. Paralelismos, retruécanos neologistas, logorrea camuflada, poesía de silencios y elocuentes espacios vacíos. En conjunto: un archipiélago, o poesía constelada. Sutilezas constantes, algunas a quemarropa, y ahí donde no se espera una daga envenenada, o una caricia con navaja. Y al final, por obra y algo más (¿será Gracia o García?) de este epílogo jaculatorio, yo epilogante, vos coronado.

 

 

 

Febrero de 2007

 

 

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Poema de Carlos Cúccaro concebido a partir del poemario ‘Corona de calor’ e incluido en la edición-e

 

 

Doble

voz

de adolescencia

y cansancio

para cantarle

a

la Hembra sin Rostro.

 

Somos

el grito

al corazón de la Hidra,

somos

la misteriosa caída

madre

del orgasmo.

 

Somos todos.

 

Floresta y Hollywood

se llaman

con el mismo nombre

a

la hora del amor doliente.

 

 

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Comentario bibliográfico de Ana Russo en la revista ‘Poesía de Rosario’, en edición de 2011, del poemario ‘Corona de calor’ de Rolando Revagliatti (Ediciones La Luna Que, Buenos Aires, 2004).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En relación a la fecha de impresión del presente libro de poemas, no es una novedad, ya que hace varios años que estaría circulando y recién —por esas circunstancias que tiene la poesía, que es como un mensaje atemporal e imperecedero—  llega a esta revista, “Poesía de Rosario”, con ilustraciones de Nélida Vélez, Rafael Marín, Clara Bullrich y Martín Micharvegas.

 

En seis capítulos R. R., con poemas frontales hasta la sorpresa o la interrogación, lleva al lector por el itinerario más íntimo de sus pasiones amorosas. Digo frontales como podría decir francos, abiertos en una espontaneidad sencilla, sin alardes retóricos. Su poesía traza el decurso de su vida amatoria, y desnudo de atavismos se nombra y las nombra a todas esas mujeres que por ella transitaron, haciendo un pormenorizado —y por momentos, cargado de humoradas y toques incisivos— racconto del sexo y sus instancias. Vale para el autor, el antes, el durante y el después, momentos de una misma acción, pero, en suma, pasados por el filtro del poeta quien se regodea en el sitio más íntimo de la relación amorosa. También se hace presente el tiempo de la adolescencia, aquellas instancias augurales del descubrir el cuerpo y de aprender a entrelazarlo con otros cuerpos: en “Interferido” dice:

 

“Había sido en soledad y adolescencia/

 cuando creando yo las delicadas condiciones/

 para que con la eyaculación/

 adviniera el orgasmo/

 te/ me apareciste/

 y me/ reconviniste/

 

‘En soledad, no’, dijiste/

 y de mi adolescencia hiciste/

 lo que quisiste”

 
sincero, simple, como lo son esas instancias en que lo revelado se manifiesta mezclado entre la soledad, el temor y todas las posibilidades esperándonos.

 

Pero no sólo esto es lo que circula; a veces y a modo de familiaridad, confiesa al lector que, tras todo ese andamiaje, honrando los encuentros, está como patrón indispensable el amor. En el poema “Amarte” asegura: I “Amarte/ va conmigo// Que me ames/ me espera/ II Me cala/ amarte// Que me ames/ me autoriza/ III A la emoción/ de amarte// la acústica/ de tu amor”. Este texto breve es de un discurrir ese estado simbiótico del amor, podríamos decir, atemperado, suave, pero inmediatamente antes, lo precede otro poema, “Me hiciste, me diste”, que contrapone al anterior con una fuerza erótica que el poeta maneja con una plasticidad y una dinámica que sorprende, casi como si se estuviera viendo una escena de sexo; si eso es lo que se propuso, lo logró exitosamente, y para ello lo transcribo: I “Me hiciste creer/ que me necesitabas arriba/ Me hiciste creer/ que me necesitabas abajo// Arriba/ y abajo/ Y con suficiencia/ Y con desparpajo// Arriba/ y abajo:/ rodemos/  II Me diste a entender que nada/ tenías encima:/ teneme encima/ Me diste a entender que nada/ tenías debajo:/ teneme debajo// Encima/ y debajo:/ ofreciéndonos al regodeo/ (no sólo)/ de la contemplación”. Poesía amatoria y erótica, como ya se dijo, realizada a fuerza de temperamento, y tratada como el elixir de su vida y de la vida; ese Eros que no sólo sostiene la conjugación de los tantos verbos incluidos o metaforizados en su discurso, sino fundamentalmente los ritos de acercamiento, cópula y reposo que luego hace del juego amoroso, el gran justificativo del “estar vivo” y del “seguirse viviendo” en la posterior fusión en la que el hombre entero se entrega, el poema.

 

 

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Comentario bibliográfico de Roberto Daniel Malatesta a partir del poemario “Corona de Calor”, publicado en la edición del 9.3.2006 del periódico “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe, provincia de Santa Fe, Argentina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“No creas en nada que no te haga reír”

 

          Rolando Revagliatti, prolífico autor de poesía, amén de dramaturgia y narrativa, organizador de eventos literarios, dueño de una obra ampliamente difundida en revistas literarias y traducido a diversos idiomas, nos entrega el libro número quién sabe ya. Lo cierto es que “Corona de Calor” hace contundente un elemento que nunca dejó de faltar en sus anteriores poemarios: el humor, elemento muchas veces desvalorizado si de poesía se trata, cosa extraña que ocurra en el lenguaje de Quevedo y Lope de Vega, cosas extrañas en nuestra memoria colectiva o será que nos enseñaron demasiado que debíamos, para leer poesía, fruncir el entrecejo.

 

El tema del libro: el calor del cuerpo humano, el sexo, la edad, el amor, tomados desde un nada convencional ángulo desde donde nace el humor.

 

La forma es la ruptura con la forma; aun así y pese a ello sus trabajos no están exentos de la musicalidad del énfasis y aquí, he de hacer notar, se pierde un elemento, ya que R. R. entre sus diversas experiencias con la palabra, ha grabado casettes con sus poemas. El énfasis en sus lecturas, su formación teatral hace de R. R. un peculiar caso para el medio poético argentino: el recitado de sus propios poemas los mejora.

 

El lenguaje, si por momentos llano: “Sólo me interceptan las niñas / en el bosque / y me tientan con el contenido de sus canastas”, otras veces juega con cacofonías, con sonidos: “la mal amada / ama / mal // endeudadas” o casi arrabalero, aunque traducido al siglo XXI: “alardeabas con tu cabellera violeta y esponjosa / de una laya calificable de furibunda / atiborrada por aritos y otros adminículos / prensores en zonas tiernas”. Y todos estos recursos se predisponen para la sorpresa, para el cierre inesperado del verso generalmente rematado en seco.

 

Piezas cortas, poemas sonoros fuera de toda sonoridad tradicional, poemas, como debe ser, para ser leídos en voz alta. En realidad R. R. parece tomarse nada seriamente o será verdad aquello de que no ha de creerse nada que no te haga reír, precepto al parecer “seriamente” incorporado por R. R. ya que los títulos de sus libros anteriores lo preanuncian: “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):”, “Trompifai”, “Picado contrapicado”, entre otros. “Corona de Calor” heredero de toda una trayectoria parece ser, y aquí qué más da, soy subjetivo, su mejor libro.

 

 

Roberto Daniel Malatesta

 

 

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Breve comentario bibliográfico de la segunda edición electrónica de poemario “Corona de Calor”, por Francisco Javier Illán Vivas, publicado el 6 de abril de 2013 en la revista-e “Acantilados de Papel”, de España.

 

 

A fuego lento, muy lento, caricia con navaja

 

El autor nos acerca resonancias de tangos y otras músicas que le son caras, muchas veces en poemas tan breves que son casi un pensamiento, una leve brisa que el mar dejará en su Buenos Aires querida y que le traen recuerdos de lo que fue, o de lo que pudo ser, una existencia, alcanzada ya la edad de la serenidad. El porteño es, a veces, tan sutil que al lector puede quedarle una duda y, páginas después, le hace regresar a un poema concreto; en otros, son caricias, delicadas y precisas, como la “caricia con navaja” que escribe María García en el Epílogo. Él está impregnado de su condición de dramaturgo, con unos tintes de amorosa jovialidad, siempre joven ante ellas:

 

Todas

son para mí

la tentación

que me tortura

 

¡Vaya!

¡Mi cordura!…

 

Las llamas

me llaman.

 

(que, de algún modo, Revagliatti nos recomienda leer después de escuchar “Muriendo de amor”, cuya letra es de Carlos Bahr).

 

 

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Comentario bibliográfico de “Corona de Calor”, por Norma Beatriz Doviziano, publicado en la revista “La Avispa” Nº 32, agosto 2006, Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, la Argentina.

 

 

Rolando Revagliatti necesita pocas palabras, sencillas, con las que juega creativamente, para armar las pequeñas piezas que componen este poemario. Inocencia, pasiones, fracasos, aventuras, búsqueda incansable, son percibidos claramente por el lector que intuye sus huellas en el camino del hombre “hacia la monogamia”, como adelanta en su primer poema. Una constante su devoción por la mujer, la sexualidad y sus conflictos. Es aquí donde encontramos sus textos más controvertidos, despojados de todo prejuicio. Para destacar:

“Pecador en el llano y en mi juventud / desde las altas cumbres de la madurez / yo me solazo / con picarona repugnancia.”

O cuando afirma:

“Sublimes / pero escasos / nuestros goles / amor mío // Para disputar / el campeonato / no estamos // Coqueteamos / con el descenso.”

 

 

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Breves comentarios sobre la 1ª edición, soporte papel, del poemario “Corona de Calor”:

 

 

Yadi María Henao (Buenos Aires, octubre 2004): “Tu poesía es bastante identificable en las esferas de lo no convencional. Es arte que seduce. Como bien lo dijera Susan Sontag: el arte como acto de seducción y no de rapto.”

 

Teódulo López Meléndez (Caracas, Venezuela, 3.3.2005): “Erotismo con desparpajo: tal vez como nunca lo había visto abordado por otro autor.”

 

Julián del Campo (en http://www.poesia-argenapoles.com.ar/pargentina.htm): “Una voz, la de Rolando, que posee la originalidad y la rareza de los modificadores del tiempo.”

 

Marion Berguenfeld (Buenos Aires, 27.9.2006): “Lo coloquial, la ironía, la trascendencia sin almidones, realmente me parecen un camino acertadísimo.”

 

Horacio Félix Herrera (Buenos Aires, 7.9.2006): “Como primera impresión, me hicieron acordar a los epigramas picarescos de la literatura latina.”

 

Eduardo Silveyra (Buenos Aires, a mediados de 2005): “Encontrar una voz que desde el desparpajo nos muestre lo patético que es el ser humano y que a la vez nos haga reír del espanto que somos, es algo poco frecuente.”

 

 

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Tres poemas de Rolando Revagliatti de su libro ‘Corona de calor’.

 

 

Hacia la monogamia

 

 

Giro ahora con 8

como antes lo hiciera con 16

 

Mañana giraré con 4

pasado solamente con 2

 

Y por fin con UNA

saludaré

en el atrio.

 

 

*

 

Las 16 Mónicas

 

 

Las 16 Mónicas

en mi loft

comparten animadamente

sus respectivas historias conmigo

 

En mi ausencia examinan

sus recuerdos de mí

 

Las 16 Mónicas

luego

ríen

              juramentadas

y en mi presencia

todo es derramar

lágrimas.

 

 

*

 

 

En este bonito

 

 

En este bonito anfiteatro

conmemoran

unas 435 ex-amantes

el agitado período

de mi existencia como fauno

 

Y ahora me aplauden.

 

 


 

 

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