Número de edición 8326
Derechos Humanos

Recuperar la identidad de los padres, “un triunfo doloroso”

Horacio Miguel Pietragalla y Liliana Corti militaban juntos en la Facultad de Filosofía y Letras, donde ella estudiaba Psicología y él Sociología, y luego en la villa 23 del Bajo Flores, hasta integrarse a la organización Montoneros.

Se casaron en junio de 1972 y antes de nacer Horacio (hijo) habían muerto por enfermedad Pablo Ernesto (3 años) y María Eva en un nacimiento prematuro.

En noviembre de 1975, la Triple A asesinó a Horacio en Córdoba cuando tenía 26 años y pocos meses después, el 11 de marzo de 1976, Liliana, con 22 años, dio a luz a su tercer hijo, que llevaría el mismo nombre que su esposo.

Madre e hijo estuvieron juntos cinco meses, hasta que el 27 de agosto Liliana fue asesinada en una casa de Villa Adelina y el bebé robado y entregado por Hernán Tefzlaff, un oficial del Ejército que dio el niño a una mujer que trabajaba en su domicilio de Villa Lugano.

Ese teniente coronel, ahora fallecido, también se apropió de Hilda Victoria Montenegro, quien recuperó su identidad tras un largo proceso judicial que pudo elaborar recién muchos años después.

Cuando en mayo de 2003 Horacio Pietragalla Corti recuperó su identidad, pudo conocer a su familia biológica y la larga lucha que emprendieron en su búsqueda.

Transcurridos tres meses, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de su padre, enterrado como NN en el cementerio de San Vicente, en Córdoba.

Y nueve meses después, gracias al mismo Equipo, recuperó los restos de su madre, exhumados del cementerio de Boulogne, donde también figuraba como NN.

“A los dos pude enterrarlos junto con mis hermanos. Para mí, eso fue todo un símbolo”, reconoce Pietragalla al describir ese momento como “una mezcla de dolor y de triunfo, porque estaba toda la familia con la identidad vulnerada y de golpe, en un año, estábamos todos, vivos o muertos, pero con la identidad recuperada”.

“Quiero contar esta dura y gratificante experiencia que la vida y Dios eligió para mí, debido a que no existe verdadero hombre sin verdadera identidad”, comenzaba el texto que leyó en la sede de Abuelas el 9 de mayo de 2003, cuando anunciaron que Horacio era el nieto restituido número 75, en la primera conferencia de prensa en la que estaba presente un nieto.

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