Número de edición 8125
Cultura

Cinco microficciones de Rolando Revagliatti Ofrecidas a Diario NCO, a modo de colaboración.

Nimbo

Enorme y bueno. Trabajaba y residía en un taller mecánico. Entre sus pertenencias figuraban un colchoncito con cotín engrasado como él y unas frazadas asquerosas.

Cinco microficciones de Rolando Revagliatti Ofrecidas a Diario NCO, a modo de colaboración.
Cinco microficciones de Rolando Revagliatti Ofrecidas a Diario NCO, a modo de colaboración.

Dos gatos dormían a su lado. Cocinaba huevos y sopa y se calentaba mate cocido con una garrafa. A los chicos del barrio les producía curiosidad. Un día, ese hombre que se trasladaba bamboleándose, que sonreía y silbaba, que apretaba con los dientes un toscano, ese hombre de paz, muerto, apareció nimbado, semi-empotrado en un pilar, inapacible, limpio, con alígero nimbo de barniz selenita. *Cuento corto En sus cuentos —me refiero a mi hija—, que son breves, hay misterio, suspenso. Y siempre mata a alguien. Acababa de leerme el último, y en ese,
moría el protagonista. Le pregunté: “¿Por qué no hacés que siga vivo?” Ella me explicó:

 

“No me salía, no sabía cómo continuar, me cansé y, además, ya estuve mucho rato”. Le sugerí: “Seguí escribiéndolo mañana”. Adujo: “No; porque es un cuento corto”. *Retazo Nació por vía de cesárea Cristina, único descendiente que tuvieron sus padres.

 

El nombre lo improvisaron de apuro, por así decir; lo extrajeron de una criteriosa galera, tras evaluar la armonía fonética junto al apellido. Aguardaban a Juan Ramón Ernesto e irrumpió Cristina. El desencanto se fue desplegando corrosivo en sus ánimos.

 

La niña, alumna aplicada, fantasiosa y fácilmente ridiculizable, encorvaba la espalda, fruncía los labios cuando se concentraba, bizqueaba a veces y, adolescente ya, padecía ataques de picazón, o lloraba.

 

En procura de reducir fatigosa gimnasia (contar paradas de colectivos, o perros, o automóviles con tales o cuales características), ritos incoercibles (sentarse durante unos instantes en determinado sillón, antes de tomar lamerienda), sueños repetitivos (su madre obstinándose en ofrecerle muestras de comprensión y cariño), concurrió a un curso de control mental que
promocionaban por radio. En esas estaba, cuando ella y el licenciado que dictaba el curso se enamoraron. Sin tropiezos accedieron al altar; y ahora, él la embarazó y la tiene ilusionada con que por fin nacerá Juan Ramón Ernesto, una generación después. Retazo de vida.

 

*Derroteros

La fresca y pimpante criatura uniose en matrimonio a Feliciatti tres largos años antes de prendarse de Valentina. Con él tuvo gemelos robustos. Dejose destinar para Feliciatti por su padre, a quien también su esposa había sido destinada por el suegro. De blanco frente al altar, con todos los permisos y plácemes familiares recibidos, sociales y religiosos otorgados, regodeose por vez primera imaginándose a solas con Feliciatti. Feliciatti, de exactamente el
doble de su edad.

 

Espléndida ella por simple existencia, sin artificios, casi sin poses. Feliciatti, barnizado comerciante en comestibles, en cambio, ampuloso y plagado de latiguillos. Amante ponderable después de todo, lograba estremecerla. Los gemelos, como dije, robustos, nacieron sin dificultad. El flechazo entre Valentina y la fresca y pimpante criatura prodújose en la
fiesta donde descubrieron que la progenitora de Valentina, en su condición de
obstétrica, había asistido a la progenitora de la progenitora de los gemelos en el parto en el que vio la luz.

 

Cuando la obstétrica enviudó, Feliciatti, por despecho, ya enterado de la incidencia de Valentina en su cónyuge, comienza a seducir a la obstétrica en la noche misma del velorio del marido, y redondea la entusiasmante tarea, semanas después. Valentina y la destinada a Feliciatti festejaron el salpimentado romance.

 

Cristalizadas perduran más o menos así las cosas. Socios y barnizados comerciantes, habiendo adoptado con naturalidad los latiguillos elocutivos de su padre, los gemelos, hombres de bien, se mantienen indeclinablemente robustos y ampulosos.

*Señorita

Sí que tuvo novios la señorita Calistri: cuantiosas simpatías. Pero, a menudo, cuando le atraía el fondo humanitario del candidato, no se sentía conmovida por lo físico o lo facial. Y, si llegado el caso, el pretendiente respondía a mis cánones de presencia varonil, aparecíanle desdibujadas las facetas espirituales. Enamoradísima de Juan Mateo Ovalle, resistía sus ímpetus pasionales, el vigor de sus instintos.

 

La señorita Calistri valoriza sin énfasis: Nadie obtuvo lo que tantos ansiaban. Ella es hoy la fraseología con la que rememora: Yo no carecía de una límpida mirada; Mis atributos no pasaban inadvertidos; Papá vaticinó mi futuro; Me consagré a mis arraigadas convicciones; Destilé coraje en los tiempos duros, en la tiranía; Nunca estimé en Nené sus propensiones afectivas; Es que todo ha sido tan fugaz…

Algún día, próxima a expirar, quizás consigne: En aquella desfloración Infausta de mil novecientos cincuenta y uno, otoño, creí morir: repugnante, bajo, indigno: única vez, última vez.

 

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